Reforestar la ciudad: claves para recuperar la vida en el paisaje urbano
En medio del concreto, la congestión y la expansión incesante de las ciudades, la naturaleza parece haber quedado relegada a los márgenes. Sin embargo, en los últimos años, las reforestaciones urbanas han cobrado relevancia como una estrategia efectiva no solo para embellecer el entorno, sino también para abordar desafíos ambientales, sociales y climáticos. Pero ¿qué […]
En medio del concreto, la congestión y la expansión incesante de las ciudades, la naturaleza parece haber quedado relegada a los márgenes. Sin embargo, en los últimos años, las reforestaciones urbanas han cobrado relevancia como una estrategia efectiva no solo para embellecer el entorno, sino también para abordar desafíos ambientales, sociales y climáticos. Pero ¿qué significa realmente reforestar en la ciudad? ¿Qué factores deben considerarse para que estas intervenciones sean efectivas y sustentables?
Más que árboles: suelos vivos en entornos degradados
Según el académico Eduardo Arellano, investigador en restauración ecológica y profesor de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales y académico del Instituto para el Desarrollo Sustentable de la Pontificia Universidad Católica de Chile, “los sistemas urbanos están altamente perturbados y degradados”. La contaminación, el uso intensivo del suelo y la construcción han deteriorado de forma profunda los ecosistemas del entorno urbano. En ese contexto, las reforestaciones se transforman en una vía para recuperar funciones ecológicas clave: mejorar la retención de agua, captar carbono, fomentar la actividad microbiológica y, en general, devolverle al suelo su capacidad de sostener vida, añade el docente.
No obstante, Arellano advierte que no todo espacio urbano es apto para ser reforestado: “Cada lugar tiene su historia. Puede haber suelos compactados, contaminados o modificados por décadas de intervención humana. La clave está en entender esa historia y adaptar las soluciones a ese contexto”.

Una confusión común en proyectos urbanos es intentar replicar condiciones de ecosistemas naturales sin considerar las particularidades de la ciudad. Como explica Rosanna Ginocchio, doctora en ciencias biológicas y académica de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales UC, es fundamental distinguir entre reforestación, rehabilitación y restauración ecológica. Mientras la reforestación suele centrarse en la plantación de árboles, la restauración implica un proceso más integral, que busca recuperar las funciones originales de un ecosistema, algo que debe adaptarse cuidadosamente al entorno urbano.
En las ciudades, las reforestaciones deben pensarse desde una perspectiva de servicios ecosistémicos, es decir, entendiendo los beneficios que estos espacios pueden entregar a las personas. Estos incluyen desde mejoras en la calidad del aire, regulación térmica, retención de aguas lluvias, entre otros asociados al contacto con la naturaleza. En palabras de Arellano, “los sistemas vegetales en la ciudad no solo capturan contaminantes o infiltran agua, también generan nichos de biodiversidad y contribuyen al bienestar emocional de la población”
Especies nativas: ¿la mejor opción?
Uno de los principios más promovidos por la restauración ecológica es el uso de especies nativas, por su capacidad de adaptarse al clima local y su rol en el sostenimiento de biodiversidad. Sin embargo, Arellano matiza esta afirmación cuando se trata del entorno urbano: “La ciudad cambia condiciones como la temperatura, la humedad o la exposición solar. A veces, una especie nativa no puede sobrevivir en medio del asfalto y los edificios. Es necesario evaluar caso a caso y no forzar soluciones por cumplir con una etiqueta ecológica”.
Esto no significa renunciar a las especies nativas, sino combinarlas inteligentemente con otras que puedan adaptarse al nuevo contexto sin comprometer la salud ecológica del sistema. Tal como señala Ginocchio, las especies locales bien seleccionadas pueden fortalecer los ecosistemas urbanos, pero siempre que estén integradas a un diseño ecológico adaptado y no meramente decorativo.
Participación ciudadana: la raíz del compromiso
Una reforestación no termina con la plantación de árboles. Su éxito depende en gran medida del cuidado, seguimiento y apropiación comunitaria. Desde su experiencia en proyectos participativos, Eduardo Arellano sostiene que la co-creación es clave: “Cuando la comunidad participa desde el diseño hasta la implementación, se generan vínculos más profundos con el espacio. El vandalismo disminuye, el compromiso aumenta, y el impacto se amplifica”.

Experiencias exitosas en comunas como Renca o La Pintana han demostrado que involucrar a juntas de vecinos, colegios y organizaciones locales potencia el arraigo territorial y asegura la sostenibilidad en el tiempo. Esta perspectiva coincide con estudios realizados por el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS), que ha documentado el valor del vínculo emocional y cultural entre las comunidades y sus entornos naturales.
Pese a su relevancia, muchas veces las reforestaciones urbanas se realizan de forma aislada o simbólica, sin una estrategia a largo plazo. En palabras de Ginocchio, esto puede llevar a errores comunes, como plantar especies inadecuadas, no considerar el tipo de suelo o ignorar la necesidad de riego y mantención.
Por ello, integrar la restauración ecológica urbana en las políticas públicas de mitigación del cambio climático es un paso fundamental. Existen avances —como los planes de acción regionales del Ministerio del Medio Ambiente y algunas iniciativas municipales—, pero aún falta mayor coordinación entre gobiernos locales, actores privados e instituciones académicas. La Estrategia Climática de Largo Plazo (ECLP) del gobierno chileno ya incluye la restauración urbana como una herramienta para enfrentar el cambio climático, pero su aplicación efectiva sigue siendo un desafío.
Las universidades, por su parte, están llamadas a jugar un rol activo, no solo desde la investigación, sino también como modelos de intervención concreta. Campus como el de la UC en San Joaquín ya están implementando planes de áreas verdes, con iniciativas de reforestación que contemplan la participación de la comunidad universitaria y comunidades vecinas, combinando educación ambiental y acción climática. En este contexto, en los últimos años se han realizado tres jornadas de forestación en distintos sectores del campus: en el borde de avenida Carlos Casanueva en 2022, en el área de Deportes en 2023 y recientemente en el borde sur, a lo largo de avenida Benito Rebolledo.

Más allá de los beneficios ecológicos o estéticos, la restauración urbana también puede ser una herramienta de justicia ambiental. Las zonas con menos áreas verdes suelen coincidir con sectores de menores ingresos, lo que agrava las desigualdades en calidad de vida, salud y exposición al calor urbano. Reforestar estos espacios no solo es una cuestión ecológica, sino también social y ética.
“En contextos urbanos, el habitante está desconectado de los ciclos de la naturaleza”, señala Arellano. Por eso, recuperar esa relación mediante espacios verdes accesibles y diversos contribuye también a una ciudadanía más consciente y resiliente.
Un llamado a plantar futuro
Frente a la crisis climática y la creciente desconexión de las personas con la naturaleza, las reforestaciones en contextos urbanos aparecen como una de las estrategias más potentes y accesibles para recuperar la vida en las ciudades. Pero no basta con plantar árboles. Se requiere planificación, conocimiento técnico, conciencia del contexto y, sobre todo, participación ciudadana.
Como resume el académico de la UC: “Las ciudades necesitan más naturaleza, pero necesitan hacerlo bien. No se trata solo de llenar espacios vacíos, sino de diseñar sistemas vivos que dialoguen con la historia del lugar, con sus suelos, sus gentes y sus sueños”.