Columna de opinión: Vulnerabilidad Social y Desastres de Origen Natural

17 de Agosto 2022

El pasado 19 de agosto se celebró el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria con el foco puesto en la metáfora del esfuerzo colectivo para aumentar la apreciación global del trabajo humanitario. Una labor que requiere del compromiso de toda una comunidad para apoyar a una persona que atraviesa una crisis humanitaria. Anualmente, millones de personas […]

El pasado 19 de agosto se celebró el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria con el foco puesto en la metáfora del esfuerzo colectivo para aumentar la apreciación global del trabajo humanitario. Una labor que requiere del compromiso de toda una comunidad para apoyar a una persona que atraviesa una crisis humanitaria.

Anualmente, millones de personas se ven expuestas de forma directa o indirecta a desastres de origen natural. Según el CRED (Centre for Research on the Epidemiology of Disasters), entre los años 2001 y 2020, ocurrieron 347 desastres en promedio cada año en el mundo. En el año 2021, 432 desastres fueron registrados, que provocaron más de 10,000 pérdidas humanas e impactaron a más de 100 millones de personas. El CRED estima que la frecuencia de estos eventos seguirá en aumento, y afectará a un número mayor de personas.

Sabemos que las consecuencias humanas, sociales, económicas asociadas a desastres no son las mismas para toda la población. Estas no solo dependen de la intensidad del evento, la extensión territorial, del número de personas afectadas o del impacto en la infraestructura. El factor más importante que determina las consecuencias para las personas es la vulnerabilidad social. Las Naciones Unidas define vulnerabilidad social como aquellas condiciones determinadas por factores físicos, sociales, económicos, que aumentan la susceptibilidad de una persona, comunidad, o grupo a sufrir los impactos de desastres de origen natural. Y como consecuencia distintos grupos de la sociedad se verán más o menos impactados por estos eventos.

La vulnerabilidad social es además un proceso complejo y dinámico. Está determinada por factores socioeconómicos, del ambiente construido, por el tipo de amenaza, culturales e históricos, y una serie de condiciones personales y sociales, que influyen cómo personas, grupos, se preparan, responden frente a un desastre y se recuperan. Si bien, las personas de niveles socioeconómicos más desaventajados presentan mayor vulnerabilidad, no son los únicos grupos susceptibles de sufrir consecuencias mayores al verse expuestas a estos eventos. Por ejemplo, sabemos que personas mayores tienen un riesgo aumentado de tener consecuencias negativas frente a desastres, porque pueden verse interrumpidos sus tratamientos médicos, tienen dificultades para evacuar rápidamente si el evento lo requiere y alcanzar una zona segura, y en eventos de calor extremo son los que se ven más expuestos a los efectos negativos. También, niños, mujeres, personas con discapacidad, migrantes, son grupos vulnerables para sufrir mayores consecuencias negativas frente a desastres, por distintas razones.

Por esta razón, las acciones de preparación y respuesta frente a desastres deben considerar las condiciones de vulnerabilidad de grupos y personas. Requiere identificar a grupos vulnerables, medir y evaluar la vulnerabilidad, determinar las causas fundamentales y, a la vez, las capacidades que tienen las personas para enfrentar desastres y recuperarse de estos. Para lograr esto, debemos partir reconociendo que los desastres de origen natural son un problema de vulnerabilidad social, y no un evento de la naturaleza, y que en la medida que nos hagamos cargo de la vulnerabilidad, las consecuencias de estos serán menor para todos y podremos recuperarnos más rápido.

Columna de opinión escrita por Por Paula Repetto, académica Escuela de Psicología UC