La vulnerabilidad de Chile a los efectos del cambio climático
En el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se advierte que el calentamiento global en este siglo se encuentra a punto de superar el límite de 1,5° C, si no se aplican medidas de acción climática más ambiciosas. Un escenario poco alentador, ya que cada aumento del calentamiento se […]
En el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se advierte que el calentamiento global en este siglo se encuentra a punto de superar el límite de 1,5° C, si no se aplican medidas de acción climática más ambiciosas. Un escenario poco alentador, ya que cada aumento del calentamiento se traduce en peligros que se agravan rápidamente, como olas de calor y lluvias de mayor intensidad, sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos que exacerban los riesgos para la salud humana y los ecosistemas.
El calentamiento global es un síntoma del problema mayor: el cambio climático. David Morales, investigador del Centro de Cambio Global UC y académico de la Facultad de Agronomía y Recursos Naturales, define el cambio climático “como una serie de variaciones en el clima que pueden ser naturales o antropogénicas”. No obstante, no se demora en aclarar que “el cambio climático actual tiene un apellido: cambio climático antropogénico, es decir, variaciones que se ven en la atmósfera con eventos extremos forzados por el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente CO2 o dióxido de carbono, a raíz del actuar del ser humano”.
Dentro de los efectos del cambio climático el profesional de nuestra universidad explica que estos se pueden categorizar en dos variables principales. “La primera es el aumento generalizado de la temperatura, y digo generalizado porque en el global el promedio va para arriba; y la segunda es el aumento o disminución de las precipitaciones”, asegura. Consecuencias de un fenómeno provocado por acción del ser humano, que se ve manifestado en diferentes lugares del planeta Tierra y Chile no es la excepción.
El Atlas de Riesgo Climático para Chile, proyecto del Ministerio del Medio Ambiente del Gobierno de Chile, desarrollado por el Centro de Investigación del Clima y la Resiliencia (CR2) y el Centro de Cambio Global (CCG-Universidad Católica de Chile), con la colaboración de otras instituciones nacionales e internacionales, da cuenta de la vulnerabilidad de nuestro país respecto a los efectos del cambio climático.
En este documento se definieron 12 sistemas de estudio –agricultura, salud y bienestar humanos, bosques nativos, acuicultura, infraestructura costera, recursos hídricos, turismo, pesca artesanal, biodiversidad, plantaciones forestales, minería y energía eléctrica- y se evaluó el riesgo de cada uno de ellos frente al cambio climático. El Atlas de Riesgo Climático para Chile permite ver que los impactos del cambio climático para el país son principalmente negativos, en especial para algunas comunas, pero también es posible ver que existen algunas oportunidades.
Cristián Henríquez, investigador del Centro de Cambio Global UC y docente de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política, reafirma este análisis asegurando que “los modelos del IPCC de cambio climático prevén un aumento de temperaturas en casi todo el territorio con un grado de certeza bastante alto, lo cual se ha comprobado con las temperaturas en ascenso observadas los últimos años. Del mismo modo, hay cambios en los patrones de precipitación expresados en un aumento de la sequía y precipitaciones más concentradas, que generan más eventos extremos. Los cambios más críticos se darán en la alta cordillera, ciudades, valles y costas”.
Pero cuáles serían las razones de por qué Chile es un país propenso a sufrir estos efectos. David Morales lo atribuye a varias aristas, pero la principal es el componente geográfico, ya que “Chile es un calcetín con una cordillera gigante por un lado que actúa como muralla y un océano inmenso por el otro frente, por lo tanto, se produce un efecto tampón que, si bien permite no llegar a temperaturas extremas tan altas como en Europa, también no deja circular el calor, entonces las olas de calor son más persistentes y pueden extenderse por semanas”.
Condiciones que podrían decantar en eventos extremos como mucha lluvia o sequías, que se traducirían en acontecimientos significativos como aluviones en donde la gente prácticamente tiene que reconstruir todo lo que pierde, asegura el también académico del Departamento de Ecosistemas y Medio Ambiente UC. A modo de ejemplo, agrega que: “El otro evento extremo, político y social, son las altas temperaturas que tienen un efecto muy fuerte sobre adultos mayores y eso pasa desapercibido y es súper relevante, porque la cantidad de consultas con estas olas de calor sube considerablemente en este grupo etario”.
Sin embargo, estos últimos no serían la única población propensa en nuestro país. Cristian Henríquez, explica que “todos los sectores de la sociedad son afectados: el sector agrícola, forestal, minero, pesquero, recursos hídricos, energético, infraestructura, turístico, biodiversidad, urbano y asentamientos humanos. Sin duda las personas serán las más afectadas en términos de alteración de actividades económicas, riesgos naturales, calidad de vida y salud. Los casos más extremos corresponden a las migraciones climáticas de comunidades rurales, mortalidad por eventos extremos, aumento del nivel mar, reducción de glaciares, entre otros”.
Evitar llegar a este escenario extremo y de vulnerabilidad ante el cambio climático es una tarea institucional y comunitaria. El también académico del Departamento de Geografía Física, plantea que “se deben proponer medidas de adaptación planificada para enfrentar las crisis climáticas que estamos viviendo como es el abastecimiento de agua potable, los incendios, las olas de calor y otros eventos extremos. Para ello se deben generar planes de adaptación a escala regional y local con medidas concretas y factibles de implementar, involucrando a la ciudanía y actores públicos y privados. También se deben mejorar las condiciones de habitabilidad de nuestras viviendas y construcciones considerando las realidades climático-geográficas de cada región, y, por último, fomentar medidas de reciclaje, mitigación y resiliencia donde la población se involucre de manera informada y consciente”.