Columna de opinión: Urbanización e islas de calor urbana

28 de Abril 2025

Los impactos de la urbanización sobre el clima son inequívocos. Por un lado, la ciudad concentra calor por sus diferentes materialidades, morfología urbana y uso de la energía.  Por otra parte, el cambio climático y las condiciones geográficas locales acentúan las diferencias de temperatura, especialmente durante el verano, entre el entorno construido y los alrededores […]

Los impactos de la urbanización sobre el clima son inequívocos. Por un lado, la ciudad concentra calor por sus diferentes materialidades, morfología urbana y uso de la energía.  Por otra parte, el cambio climático y las condiciones geográficas locales acentúan las diferencias de temperatura, especialmente durante el verano, entre el entorno construido y los alrededores rurales. Este fenómeno lo conocemos como isla de calor urbana (ICU) y está presente en todas nuestras ciudades. Las diferencias de temperatura entre las áreas rurales y urbanas son usualmente moderadas, con promedios menores a 1 ºC, pero la temperatura se eleva varios grados, cuando las condiciones urbanas, topográficas y meteorológicas son favorables para el desarrollo de la ICU y sobre todo en las grandes metrópolis.  

Tales diferencias a menudo no son perceptibles en el día, pero se evidencian rápidamente al anochecer y, especialmente, en la estación primaveral y estival. La magnitud y tamaño de las islas de calor, humedad y ventilación dependen del tamaño de la ciudad y, por ello, del volumen de población concentrada espacialmente. Además, se han reportado la existencia de varias islas de calor urbanas, configurando una estructura de archipiélagos de calor urbanos (ACU), que facilitan la convergencia de plumas de contaminación hacia los sectores más cálidos, normalmente el centro de la ciudad u otros con alta concentración de actividades. 

 ¿Por qué es importante la ICU? Porque las consecuencias asociadas a la ICU son de diversa índole; florecimiento temprano de la vegetación urbana; la formación de ozono troposférico; el aumento de días con polución atmosférica y la alteración del confort bioclimático. También hay una relación de la ICU y la eficiencia energética de edificios y el malestar residencial asociado al calor, especialmente para la población más vulnerable y con problemas de salud, como enfermedades respiratorias. 

La ICU máxima de Santiago, en situaciones extremas, puede llegar hasta los 10°C, lo que implica una enorme diferencia entre las zonas céntricas y los alrededores rurales vegetados, afectando con ello seriamente la calidad de vida de los habitantes, especialmente a la hora de descansar en la noche. 

¿Cómo podemos mitigar este fenómeno? Hay múltiples acciones que se pueden implementar como favorecer los corredores de ventilación que comunican las áreas rurales frías con las zonas céntricas densas; enverdecer nuestras ciudades (generar más islas de frío urbano); implementar techos y paredes verdes; mejorar la eficiencia energética en los sistemas de transporte, industria y refrigeración. La adecuada planificación del uso de suelo, el diseño de calles y edificios, el color de las construcciones, la altura de edificios, entre muchas otras acciones pueden ayudar a disminuir este fenómeno. 

El proceso de urbanización muchas veces no considera este tipo de fenómeno complejos como la ICU, por lo que el llamado es a tener presente los alcances de estos impactos al momento de planificar y construir nuestras ciudades, de manera de lograr asentamientos más sostenibles y resilientes. 

Columna de opinión escrita por: Cristián Henríquez, académico Instituto de Geografía UC.