Columna de opinión: Contribuir a un futuro sustentable, desde la universidad
Vivimos un momento histórico paradójico; nunca habíamos dispuesto de tanto conocimiento científico, tecnológico y humanista, y sin embargo enfrentamos una serie de urgencias. El cambio climático, la pérdida acelerada de la biodiversidad y los crecientes desafíos hídricos se entrelazan con problemas sociales visibles y persistentes: una crisis de seguridad que erosiona la confianza social, sistemas […]
Vivimos un momento histórico paradójico; nunca habíamos dispuesto de tanto conocimiento científico, tecnológico y humanista, y sin embargo enfrentamos una serie de urgencias. El cambio climático, la pérdida acelerada de la biodiversidad y los crecientes desafíos hídricos se entrelazan con problemas sociales visibles y persistentes: una crisis de seguridad que erosiona la confianza social, sistemas de salud y educación que demandan mayor equidad y calidad, y un individualismo que convive con el aumento de la soledad y la afectación de la salud mental. Todo esto nos recuerda la necesidad impostergable de proteger nuestra casa común.
Si el conocimiento no dialoga con estas urgencias, entonces la educación superior pierde parte de su sentido. Por el contrario, cuando la universidad se entiende a sí misma como un agente activo de transformación colectiva –cuando forma, crea, descubre, reflexiona y se pone al servicio de la sociedad y el bien común– puede convertirse en una fuerza social capaz de sostener esperanza y abrir futuros posibles.
Hoy las universidades en Chile no son solo espacios de pensamiento; son instituciones con legitimidad para convocar a actores públicos, privados y comunitarios en torno a soluciones compartidas. La Encuesta Bicentenario UC muestra que son las universidades las instituciones con mayor confianza ciudadana en Chile. Ese capital no es un privilegio, es una responsabilidad.
En este contexto, resulta evidente que la reflexión sobre el rol universitario se vuelve indispensable. Justamente en esa línea, y como una oportunidad para pensar nuestra contribución, hemos recibido con humildad –y a la vez orgullo– los resultados del QS Sustainability. Los rankings tienen variadas limitaciones, y como hemos recalcado muchas veces, nuestro compromiso universitario no se mueve por posiciones en rankings; sin embargo, este en particular ofrece un marco útil al considerar dimensiones universitarias como la formación, investigación, creación y contacto con la sociedad, enfatizando temas de sustentabilidad ambiental, impacto social y gobernanza institucional.
En este contexto, la UC volvió a consolidarse como líder nacional por cuarto año consecutivo y se posicionó en el tercer lugar de América Latina. A nivel global, nos mantenemos dentro del top 10% mundial entre más de dos mil instituciones.
Más allá del lugar que ocupamos en el ranking, el QS Sustainability nos ayuda a mirarnos de una manera integral, pues evalúa no solo el desempeño ambiental, sino también capacidad formativa, el sentido público de la investigación, la vinculación social y la gobernanza que sostiene estos procesos en el tiempo.
Los resultados que obtuvo la UC representan un recorrido de una década y media en que la sustentabilidad se convirtió en una práctica institucional: la sustentabilidad se ha incorporado en nuestra oferta formativa de pre y postgrado, en la educación profesional y continua, en la investigación, creación y transferencia orientada a desafíos reales, y en la gestión y apertura de nuestros campus a comunidades cercanas, sociedad civil, sectores privados y públicos, comprendiéndonos como laboratorios vivos.
Es un camino en curso –todavía imperfecto y en construcción– pero sostenido por el convencimiento de que la universidad también aprende cuando transforma y se deja transformar. Ponemos estas capacidades a disposición de la sociedad y de las comunidades, especialmente a quienes quieran formarse en diferentes niveles.
La sustentabilidad es un tema central de nuestro sello como universidad católica que busca desarrollar un compromiso con el cuidado de la casa común, como nos invitó el Papa Francisco en Laudato Si. Ese cuidado no se reduce a la dimensión ambiental: supone avanzar hacia un modelo de sociedad más justo, próspero y humano, donde el bien común sea principio y destino.
Columna de opinión escrita por:

Francisco Gallego, prorrector de gestión institucional UC.

Maryon Urbina, directora de sustentabilidad UC.