Columna de opinión: La cosmovisión de los pueblos originarios ante el desafío del cambio climático

10 de Agosto 2021

Este último mes hemos sido testigos de un resurgimiento de la temática de pueblos originarios en la agenda nacional. Con alegría observamos que ya no se trata solo de los conflictos en el sur del país, sino que se ha vuelto a instalar la importancia de la lengua, la cultura y la historia. Por supuesto, […]

Este último mes hemos sido testigos de un resurgimiento de la temática de pueblos originarios en la agenda nacional. Con alegría observamos que ya no se trata solo de los conflictos en el sur del país, sino que se ha vuelto a instalar la importancia de la lengua, la cultura y la historia.

Por supuesto, el liderazgo de la presidenta de la entidad, la lagmien Elisa Loncón, ha sido fundamental, así como la participación de los constituyentes provenientes de pueblos originarios y el reconocimiento que se percibe transversalmente desde la ciudadanía y el trabajo en la Convención Constitucional y sus distintas comisiones.

La semana pasada tuvimos la oportunidad de escuchar una serie de testimonios en la comisión de DD.HH. de la Constituyente. En ellos se usaron términos como etnocidio, despojo, persecución. Es muy impactante revisitar relatos históricos que están muy lejos de la versión oficial.

En este contexto se hace muy necesario volver a pensar en los diversos mecanismos de reparación para construir un nuevo relato, que integre no solo lo que ha sido la verdad oficial hasta hoy, sino también la historia profundamente arraigada en las familias y comunidades de pueblos originarios.

En este sentido hay al menos dos elementos transversales que me ha tocado escuchar permanentemente en actividades con miembros de pueblos originarios. El primero es el reconocimiento, tan simple, tan importante: reconocer al otro en dignidad con su propia historia y cultura. Esta solicitud ha sido reiterada y puede implicar diversos ámbitos como la autodeterminación como pueblo, pero mirada desde la perspectiva de las personas, aparece como una necesidad tan básica que ha sido sistemáticamente negada.

En los espacios institucionales políticos nacionales, no ha sido posible acordar el reconocimiento constitucional, una verdadera vergüenza luego de haber estado en los discursos y programas políticos de los últimos 20 años. Pero también se percibe en los espacios cotidianos. En las escuelas, con una soberbia curricular que niega los conocimientos propios de las y los niños y sus familias. Avanzar en reconocer es un paso central para la convivencia intercultural.

El segundo elemento es la valoración de la cultura y los conocimientos, como parte de una diversidad de formas de ver y concebir el mundo que habitamos. La construcción cultural y de conocimientos de los pueblos originarios tiene una originalidad propia, forjada en una historia de construcción, aprendizaje y creación, que debe ser valorada y de la cual la humanidad en su conjunto puede aprender. Hay formas de mirar y comprender la naturaleza, al ser humano, a los animales, a los antepasados, que en medio de la crisis socioecológica que vivimos, abre caminos, o mejor dicho, recupera y genera vías de esperanza. Muchas concepciones expresadas en la lengua de los pueblos originarios dan cuenta de una cosmovisión que nos vuelve a situar en una relación de colaboración simbiótica en la naturaleza que nos cobija.

Los desafíos de reconocimiento y valoración deben permear a toda la sociedad que habita nuestro país y es parte central del desafío de una convivencia nacional que nos permita avanzar decididamente en un reencuentro desde una perspectiva inclusiva e intercultural, rescatando elementos centrales de la cosmovisión de los pueblos originarios como puntos de orientación para enfrentar el inmenso desafío del cambio climático, al que debemos hacer frente de manera urgente a nivel global.

Columna de opinión por Gonzalo Valdivieso, director Campus Villarrica UC