Columna de opinión: Recuerdos y acciones para el Día Mundial del Clima

20 de Marzo 2023

En la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992, se declaró al 26 de marzo como el Día Mundial del Clima. El objetivo era generar conciencia y sensibilizar a las personas a escala mundial sobre la influencia del clima y del impacto del cambio climático en nuestro diario vivir. En ese […]

En la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992, se declaró al 26 de marzo como el Día Mundial del Clima. El objetivo era generar conciencia y sensibilizar a las personas a escala mundial sobre la influencia del clima y del impacto del cambio climático en nuestro diario vivir.

En ese entonces, el cambio climático era poco conocido (y que creo aún lo es), a pesar de que ya fuera investigado por Svante Arrhenius a finales del siglo XIX. Poco y nada se sabía a principios de los 90´s sobre el impacto silencioso que los Gases de Efecto Invernadero (GEI) estaban causando sobre el balance de las componentes atmosféricas.

En el plano personal, en 2009 decidí tomar como electivo en la UC el curso “Cambio climático: Un enfoque multidisciplinario”, impartido por varios profesores de distintas facultades, incluso de otras universidades. Allí, se hablaba desde paleo-climatología hasta modelos geofísicos que poco y nada entendía. Sin embargo, fue gratificante entender como desde una perspectiva amena el curso había despertado un interés que el día de hoy me permite compartirles estas líneas.

Lo enigmático del clima, como conjunto de condiciones que modulan nuestros hábitos estacionales (vacaciones, colecciones de prendas de vestir, temporadas de frutas, climatización, entre muchos otros), es que pasa casi desapercibido si no existe un evento meteorológico que nos haga sentir realmente vulnerables, o produzca una pérdida irreparable.

Por ejemplo, en los incendios forestales de 2017, parte importante de las condiciones que favorecieron la combustión tuvieron relación con variables climáticas como la temperatura (su aumento), la precipitación (su ausencia), el viento (aumento) y la humedad relativa (disminución), que en su conjunto (y cada año con mayor frecuencia) afectan la magnitud de estos eventos. También podemos mencionar las cada vez más frecuentes marejadas en el borde costero, la persistente sequía y su impacto en el sector silvoagropecuario, las olas de calor, los aluviones (San José de Maipo en enero de 2019 por ej.), junto con los riesgos sobre la salud y la biodiversidad, siendo solo algunas de las amenazas climáticas con las cuales hoy en día debemos lidiar y convivir.

En otro ejemplo incluso contingente es que nos encontramos ante el marzo con mayor persistencia de temperaturas sobre 30 grados de la historia. Esto hace necesario que tengamos presente que el clima está y estará ahí, y que modula nuestros hábitos desde que prácticamente nacemos. Imaginémonos qué sucederá para el momento en que el cambio de los patrones de este clima producto de las emisiones de GEI nos obligue a modificar también nuestras decisiones de convivencia.

Hoy, entender y procesar aquellos modelos geofísicos que me parecían tan crípticos, me permite llevar un mensaje técnico y científico a mis pares profesionales sobre las amenazas descritas previamente. No obstante, el desafío es aún mayor, debemos ser capaces de explicar a todas las personas que el riesgo climático es real y que se debe actuar ya. Esta forma de comunicar algo tan sensible debe ser de forma amena, lúdica y educativa, promoviendo la participación de los ciudadanos(as) en acciones de mitigación y adaptación ante una amenaza que parece lejana pero que no es más que inminente.

Columna de opinión por David Morales, Ingeniero de Proyectos Senior – Estadística y desarrollo de Sistemas, Centro de Cambio Global UC